Los bebés no son capaces de imitar los sonidos, los gestos y las expresiones faciales de los adultos durante sus primeras semanas de vida. A diferencia de lo que se había pensado hasta ahora la capacidad de imitar no es innata.
Un equipo de científicos de la Universidad de Queensland (Australia) ha publicado esta semana en Current Biology que la habilidad de repetir lo que hace el otro se aprende a partir del segundo y tercer mes de vida.
Antes de este punto de inflexión los movimientos de los bebés son “contracciones de la musculatura facial que están genéticamente predeterminados, incluso desde antes de nacer, y que posteriormente van a dar lugar a los gestos”, comenta Máximo Vento Torres, presidente de la Sociedad Española de Neonatología, que no ha participado en este estudio. SEGUIR LEYENDO.