El traductor de Google y otros sistemas de traducción automática están hechos a base de algoritmos que se han ido perfeccionando en el último medio siglo. Pero a pesar de los avances en procesamiento natural del lenguaje, las máquinas no están libres de errores ni de ideología. Estos programas se nutren de textos escritos en distintos idiomas para aprender de las equivalencias de una lengua a otra: desde las actas del Parlamento Europeo y de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) hasta los subtítulos de películas, las noticias, el apéndice de vocabulario de las guías de turismo, los libros más vendidos como la Biblia y las entradas en Wikipedia, aunque los artículos varíen de una lengua a otra.