
Ona Carbonell se zambulle en el agua. Durante los próximos dos minutos ejecutará una coreografía de natación sincronizada que acelerará su corazón por encima de las 190 pulsaciones por minuto para ofrecer su máximo.
Sin embargo cuando su cabeza se sumerja y boca abajo sacuda las piernas fuera del agua, con una rapidez y una perfección que atestiguaran sus salpicaduras, su corazón bajará de golpe y latirá por debajo de las 80 pulsaciones por minuto.
El latido cardíaco de las deportistas de natación sincronizada puede variar en más de 110 pulsaciones por minuto en cuestión de breves segundos. La exigencia de las rutinas competitivas acelera sus pulsaciones hasta valores máximos, pero también caen en picado al producirse dilatadas fases de apnea subacuática. SEGUIR LEYENDO.